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23/5/25

La montaña de Montjuïc

Barcelona es una ciudad donde cada colina guarda secretos, pero ninguna como Montjuïc, ese gigante de 177 metros que vigila el mar mientras carga sobre sus laderas siglos de sangre, arte y reinvención. Esta montaña, cuyo nombre susurra entre hebreo y latín, ha sido testigo de ejecuciones reales, exposiciones universales, conciertos multitudinarios y el vuelo de flechas olímpicas. Su historia no es lineal: es un palimpsesto donde se superponen necrópolis judías, fortalezas borbónicas, parques de atracciones abandonados y estadios que hicieron vibrar al mundo.

La Montaña de los Nombres: Entre Judaísmo y Imperialismo Romano

El nombre Montjuïc es un enigma tallado en piedra. Los documentos medievales lo vinculan al cementerio judío establecido en 1091 —Montjuïc o "Monte de los Judíos"—, donde 4,000 tumbas orientadas hacia Jerusalén se alineaban en 3 hectáreas. Pero Pomponio Mela, el geógrafo romano del siglo I d.C., ya mencionaba el Mons Iovis (Monte de Júpiter) en su descripción de la costa barcelonesa. Esta dualidad no es casual: en 2021, el hallazgo de una lápida del rabino David —de 1.46 metros con inscripciones hebreas— junto a restos de un templo romano dedicado a Júpiter en la falda nororiental, confirmó que la montaña fue un espacio sagrado para dos culturas. "Es como si la tierra se resistiera a elegir un solo relato", explica la arqueóloga Dominique Tomasov, cuya investigación reveló que la necrópolis judía se extendía 30% más de lo estimado, invadiendo lo que hoy es el Parque de Atracciones.

Los íberos, sin embargo, llegaron primero. En el siglo III a.C., el poblado de Barkeno —cuyas monedas llevaban grabado el nombre— dominaba el comercio entre el Llobregat y el Mediterráneo. Sus silos, de 5 metros de profundidad, almacenaban grano para intercambiar con griegos y fenicios. En 1946, un carro de madera y hierro del siglo IV a.C. emergió cerca del Pont de l’Esparver, evidenciando una red comercial que anticipaba la Barcino romana. "Montjuïc no es el patio trasero de Barcelona: es su cuna olvidada", sentencia Carme Miró, del Museo de Historia de la Ciudad.

El Castillo: De Vigía a Símbolo de Terror

La fortaleza que corona Montjuïc nació de miedo y traición. En 1640, durante la Revuelta de los Segadores, los catalanes construyeron una atalaya para defenderse de Felipe IV. Pero en 1751, el ingeniero borbónico Juan Martín Cermeño la transformó en un castillo abaluartado de estilo Vauban, con muros de 8 metros de espesor y 120 cañones apuntando hacia la ciudad. "No era para proteger Barcelona, sino para controlarla", afirma el historiador Ricard Fernández.

Sus muros han visto atrocidades que aún resuenan:

  • 1842: El general Espartero bombardea la ciudad desde aquí, dejando 1014 edificios destruidos.
  • 1896-1897: Los Procesos de Montjuïc convierten las mazmorras en un infierno. 87 anarquistas son torturados con la "bañera" —ahogamientos simulados— y el "suplicio de la corona" —un aro de hierro ajustado hasta partir cráneos—. Cinco son ejecutados, incluido Josep Molas, cuyo último grito fue "¡Viva la anarquía!".
  • 1940: Lluís Companys, presidente de la Generalitat, es fusilado en el foso de Santa Elena. Sus últimas palabras: "¡Per Catalunya!".

Hoy, el castillo es un centro de interpretación donde los visitantes pueden tocar los graffiti dejados por presos del franquismo: nombres, fechas y esvásticas rasgadas con navajas. "Es un lugar incómodo, pero su memoria nos obliga a no repetir errores", dice Marta Sancho, directora del MUHBA.

El Parque de Atracciones: Euforia y Olvido en la Ladera Sur

En 1966, cuando España aún olía a dictadura, Montjuïc se vistió de colores. El Parque de Atracciones, con su montaña rusa Boomerang traída de Coney Island y su Tren Fantasma que recorría túneles con esqueletos mecánicos, llegó a recibir 800,000 visitantes al año. "Era la fuga perfecta: desde la cima se veía el mar y no se escuchaban los problemas", recuerda María García, quien trabajó allí de 1978 a 1990.

Pero la magia se agrietó. En 1983, un accidente en la Gondola —teleférico con cabinas de colores— dejó 15 heridos. Para 1998, con deudas millonarias y la competencia de PortAventura, el parque cerró. Hoy, los Jardines de Joan Brossa guardan vestigios surreales: raíles oxidados del tren, soportes de norias convertidos en enredaderas, y la escultura de Charlie Rivel, el payaso que jamás dejó de sonreír.

El Cementerio de Montjuïc: Génesis y Transformación de un Espacio Funerario Urbano

El Cementerio de Montjuïc, inaugurado en 1883 bajo el mandato del alcalde Francesc Rius i Taulet, representa un microcosmos de la evolución urbana, social y cultural de Barcelona. Este espacio funerario, diseñado por el arquitecto Leandre Albareda, sintetiza tensiones entre modernidad higienista, expresión artística burguesa y memoria colectiva, configurándose como un laboratorio arquitectónico donde coexisten capas históricas desde la necrópolis judía medieval hasta las innovaciones ecológicas del siglo XXI.

La creación del cementerio respondió al crecimiento demográfico explosivo de Barcelona, que pasó de 100,000 habitantes en 1800 a casi 500,000 en 1883. Los cementerios parroquiales y el de Poblenou (1775) resultaron insuficientes ante las nuevas normativas higienistas que exigían trasladar los espacios funerarios fuera del núcleo urbano. La expropiación de 560,000 m² en la ladera sur de Montjuïc permitió materializar un proyecto que combinaba funcionalidad y simbolismo, reflejando el espíritu modernizador de la Barcelona post-Exposición Universal de 1888.

El primer enterrado, José Fonrodona Riva —un indiano cubano—, marcó el inicio de un recinto que pronto albergaría 155,227 sepulturas distribuidas en 14 sectores. La elección de Montjuïc no fue casual: su posición elevada frente al mar permitió crear un "jardín inglés" donde la vegetación, liderada por cipreses, se integraba con la arquitectura funeraria.

Arquitectura y Diseño Urbano

Albareda, influenciado por necrópolis europeas como el Père-Lachaise de París, diseñó un espacio eclecticista que fusionaba neoclasicismo, historicismo y proto-modernismo. La topografía accidentada se resolvió mediante escalinatas monumentales y caminos sinuosos que generaban perspectivas cambiantes, mientras un eje de simetría norte-sur organizaba los sectores nominados con santos (Santa Eulalia, San Pedro).

Este diseño respondía a la dualidad funcional del cementerio: resolver la crisis sanitaria y servir como escenario de ostentación burguesa. Los panteones de familias como los Batlló (1902), con su mezcla de neogótico y modernismo, o el Panteón Albareda (1889), de inspiración neoegipcia, evidencian cómo la muerte se convirtió en extensión del estatus social.

Patrimonio Funerario y Expresión Cultural

El cementerio alberga un museo al aire libre con más de 1,500 obras de arte funerario, incluyendo esculturas de Eusebi Arnau y Josep Llimona. Destaca el Fosar de la Pedrera, espacio memorial donde reposan restos de Lluís Companys, presidente de Cataluña ejecutado en 1940, junto a víctimas de la represión franquista.

La sección no católica, innovación para la época, reflejó la diversidad religiosa de una Barcelona en plena Revolución Industrial. Este aspecto progresista contrasta con su papel en los Procesos de Montjuïc (1896-1897), cuando 87 anarquistas detenidos en el castillo vecino fueron vinculados simbólicamente al recinto a través de fosas comunes.

Transformaciones Contemporáneas

  • En el siglo XXI, el cementerio ha implementado adaptaciones ante el cambio en las prácticas funerarias:
  • En 2023 se habilitaron 3,650 m² para inhumación de cenizas con áreas ajardinadas que priorizan la sostenibilidad.
  • El crematorio, ampliado con un quinto horno en 2021, procesa el 80% de los restos en Barcelona.
  • Digitalización de archivos históricos que permiten rastrear 140 años de datos demográficos y artísticos.
  • Estas innovaciones coexisten con su declaración como Bien Cultural de Interés Local (2002), que protege 567,934 m² de patrimonio arquitectónico.

Arqueología y Memoria Colectiva

Excavaciones recientes han revelado vínculos con la necrópolis judía medieval (1091-1391), cuya superficie se extendía un 30% más de lo estimado, abarcando parte del actual Parque de Atracciones. El hallazgo en 2021 de una lápida del rabino David —de 1.46 m con inscripciones hebreas— confirma el saqueo sistemático tras el pogromo de 1391, cuando lápidas se reutilizaron en murallas e iglesias.

Estos descubrimientos exigen políticas de gestión que equilibren conservación material e interpretación crítica, especialmente ante proyectos como la futura Ruta Arqueológica Transversal, que integrará hallazgos desde época romana hasta contemporánea.

En 2023, el cementerio inauguró un espacio para cenizas con jardines verticales y pantallas táctiles que muestran hologramas de los difuntos. "Es la muerte 4.0", bromea el gerente de Cementiris de Barcelona. Pero en el Fossar de la Pedrera, donde yace Companys, aún se celebran clandestinamente misas por los represaliados.

1929-1992: Dos Exposiciones que Redibujaron la Ciudad

La Exposición Internacional de 1929 fue un ballet de luces y agua. Carles Buïgas diseñó la Fuente Mágica con 4,900 lámparas que danzaban al compás de Ravel, mientras Mies van der Rohe levantaba el Pabellón Alemán, un icono del modernismo con muros de ónix y mármol travertino. "Era la Barcelona que quería ser europea", explica el arquitecto Oriol Bohigas.

63 años después, los Juegos Olímpicos borraron las cicatrices. El Estadio Olímpico, remodelado por Vittorio Gregotti, conservó la fachada de 1929 pero añadió una cubierta de vidrio que pesa como 300 elefantes. El Palau Sant Jordi, obra de Arata Isozaki, se convirtió en santuario de estrellas: desde Michael Jackson, que durmió en una carpa en el backstage, hasta Rosalía, cuyo concierto en 2019 vibró hasta los cimientos.

Arqueología del Futuro: Barcos bajo el Asfalto

En 2025, unas obras en la Avenida Miramar destaparon el Ciutadella I, un barco mercante del siglo XV de 10 metros de eslora. "Su quilla de roble tenía clavos de bronce, técnica atlántica usada en la Hansa", explica el arqueólogo Marc Guàrdia. El hallazgo reveló que la costa medieval estaba 500 metros tierra adentro, y que Barcelona exportaba vino a Inglaterra antes de Colón.

Junto al barco, aparecieron 30 balas de cañón de la Guerra de Sucesión y un ticket del parque de atracciones de 1972. "Montjuïc es una máquina del tiempo desordenada", ríe Guàrdia mientras muestra un vídeo del barco siendo rociado con polímeros para evitar su desintegración.

Conclusión: La Montaña que Nunca Descansa

Montjuïc es un organismo vivo. De día, turistas suben al castillo en el Telefèric, inaugurado en 1931 y renovado en 2007 con cabinas de cristal. De noche, jóvenes beben en el Teatre Grec, construido en 1929 sobre una cantera romana. Entre tanto, arqueólogos excavan capas de historia que se resisten a ser sepultadas.

"¿Qué es Montjuïc?", pregunta el poeta Carlos Barral en sus memorias. "Un espejo roto donde cada fragmento refleja una Barcelona distinta". Hoy, mientras el Anillo Olímpico prepara su candidatura para los Juegos de Invierno 2030, la montaña sigue escribiendo su biografía entre ruinas y sueños. Como dijo el arquitecto Josep Llinàs: "Aquí, el pasado no pasa: se recicla".

Fuentes Consultadas 

  1. Ajuntament de Barcelona. (2024). El cementerio de Montjuïc.
  2. Benatar Zamora, E. (2015). Un parque para Barcelona: La evolución histórico-formal del Parque de la Ciudadela.
  3. Tomasov, D. (2021). Informe Arqueológico Montjuïc.
  4. Sancho, M. (2023). Memorias del Subsuelo: Arqueología Urbana en Barcelona.
  5. Hughes, R. (1992). Barcelona. Anagrama.
  6. El País. (2009). Montjuïc, cuna de Barcelona.
  7. La Vanguardia. (2021). Hallada una lápida de la necrópolis judía de Montjuïc.
  8. Betevé. (2024). Història dels telefèrics a la muntanya de Montjuïc.
  9. 20Minutos. (2024). Así fueron los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.
  10. Wikipedia. (2008). Procesos de Montjuic.

22/5/25

La Ciudadela de Barcelona

De Fortaleza Militar a Espacio Cultural y Memoria Histórica

La Ciudadela de Barcelona representa uno de los casos más significativos de transformación urbana y resignificación espacial en la historia de la ciudad condal. Este análisis examina la evolución de este espacio desde su construcción como fortaleza militar en el siglo XVIII hasta su conversión en parque público y centro cultural, revelando las complejas dinámicas entre poder, memoria colectiva y transformación urbana que caracterizan la historia moderna de Barcelona.

Construcción y Propósito Militar Original

El Contexto Histórico de la Guerra de Sucesión

La construcción de la Ciudadela se inscribe directamente en las consecuencias de la Guerra de Sucesión Española y la caída de Barcelona en manos borbónicas el 11 de septiembre de 1714. Tras esta derrota, Felipe V implementó una estrategia de control territorial que incluía la fortificación de puntos estratégicos para mantener el dominio sobre la levantisca ciudad catalana. El proyecto nació de una doble necesidad militar: mejorar la defensa de la ciudad y reforzar el control militar de la misma con la intención explícita de "dominar al pueblo de Barcelona".

La idea de construir una ciudadela en Barcelona no era nueva, ya que anteriormente ingenieros militares habían propuesto proyectos similares, pero la falta de medios económicos había impedido su ejecución. El contexto post-bélico proporcionó tanto la justificación política como los recursos necesarios para materializar este ambicioso proyecto fortificatorio.

El Diseño y la Construcción

El ingeniero militar de origen flamenco Jorge Próspero de Verboom fue el encargado de diseñar una ciudadela pentagonal de grandes dimensiones, equiparable a las grandes fortalezas europeas como las de Turín, Amberes o Parma. Las obras comenzaron el 1 de marzo de 1716 con la colocación de la primera piedra en el baluarte del Rey, el que miraba hacia la ciudad, simbolizando así la función de control y vigilancia sobre los barceloneses.

La construcción se completó en 1725, dando como resultado una impresionante fortificación con dimensiones de 321,5 metros de distancia entre las puntas de los baluartes contiguos y 547 metros de diámetro desde el centro hasta cada uno de los cinco baluartes. Los baluartes enfrentados a la ciudad tenían 16,3 metros de altura desde la base del foso, mientras que los tres restantes medían 11,2 metros. La superficie total de la ciudadela borbónica era de aproximadamente 28,6 hectáreas, convirtiéndola en una de las grandes fortificaciones europeas de su época.

El Impacto Urbanístico y Social

Para la construcción de la Ciudadela y el establecimiento de la explanada de seguridad requerida, fue necesario modificar ostensiblemente el urbanismo de la ciudad. Este proceso implicó la demolición total o parcial de 1016 viviendas distribuidas en 38 calles del barrio de la Ribera, así como el derribo de importantes edificios religiosos y civiles, incluyendo los conventos de San Agustín, Santa Clara y Nuestra Señora de la Piedad, la iglesia de Santa Marta y el hospicio de Montserrat.

En total se desalojó a unas 4500 personas, que no recibieron indemnización alguna y fueron abandonadas a su suerte. Esta demolición masiva no solo cumplía una función militar, sino que también constituía una demostración de poder del gobierno central, privando a los barceloneses de recursos básicos y tomando su espacio vital. Algunas de estas personas fueron recolocadas tres décadas más tarde en el nuevo barrio de La Barceloneta, construido en terrenos ganados al mar.

La Ciudadela como Símbolo de Represión

Identidad y Memoria Colectiva

La Ciudadela se convirtió rápidamente en un símbolo de la opresión centralista en la memoria colectiva barcelonesa. Para su construcción no solo se destruyó parte de la Ribera, sino que también se eliminaron espacios de significado comunitario, transformando una zona que formaba parte de la vida cotidiana de la ciudad en un lugar de muerte y control. Cerca de la basilica de Santa María del Mar se encontraban fosas comunes procedentes de la resistencia barcelonesa, creando un paisaje de memoria traumática donde los muertos no estaban reconocidos sino amontonados.

El lugar adquirió así una importancia especial no solo como espacio físico, sino también como lugar en la memoria, ligado a la historia personal y los sentimientos de los barceloneses. Durante el reinado de Isabel II, cuando la fortaleza fue reconstruida tras un intento previo de demolición, se mantuvo como un recordatorio constante del poder centralista y como advertencia al pueblo barcelonés.

Episodios de Control y Represión

La función represiva de la Ciudadela se manifestó de manera especialmente clara durante la Jamancia, la revuelta catalana contra Espartero en 1843, cuando el gobierno central tomó Montjuic y la Ciudadela y bombardeó la ciudad desde allí, forzando finalmente la rendición de Barcelona. Este episodio consolidó la percepción de la fortaleza como un instrumento de opresión y control militar sobre la población civil.

La circunstancia de que desde la segunda mitad del siglo XVII el ejército había sido propio de la ciudad se convirtió en una fuente de tensiones, máxime cuando este ejército estaba formado por soldados profesionales o mercenarios, todos de origen foráneo. Desde la óptica barcelonesa, estos militares no eran sus soldados, sino los del rey, un monarca al que se había enfrentado toda Cataluña.

La Transformación en Espacio Público

El Proceso de Demolición y Cesión

En 1868, con el inicio de la revolución contra el gobierno de Isabel II, comenzó de nuevo la destrucción de la Ciudadela como símbolo de la represión centralista. Solo algunas partes se conservaron, ya que demoler la fortaleza entera resultaba muy costoso, pero se buscó una solución alternativa para remodelar la identidad del espacio en la memoria colectiva y evitar la carga histórica negativa que los ciudadanos asociaban con ella.

El general Juan Prim consiguió los terrenos y empezó una nueva etapa de transición para devolver el espacio al pueblo, compensando a los propietarios y devolviendo el territorio a los barceloneses. Como señala Hughes, "Prim knew only too well how hated the Citadella was, how impacted with memories of imprisonment, execution and repression. He would be seen as a liberator, freeing Barcelona from its blemished history".

El Diseño del Parque

En 1872 se inició la urbanización del espacio como parque público siguiendo un proyecto de Josep Fontserè, quien estableció el criterio urbanístico de que "Els jardins són a la ciutat el mateix que els pulmons al cos humà" (Los jardines son a la ciudad lo mismo que los pulmones al cuerpo humano). El parque de la Ciudadela fue trazado a imagen y semejanza de los jardines de Luxemburgo de París y se inauguró en 1881.

El diseño original de Fontserè fue posteriormente modificado para acoger la Exposición Universal de 1888, respetando siempre su criterio urbanístico fundamental. El parque se convirtió en el primer espacio verde público de Barcelona y durante muchos años fue el único parque de la ciudad.

La Exposición Universal de 1888

Un Momento de Transformación Internacional

La Exposición Universal de Barcelona, celebrada entre el 8 de abril y el 9 de diciembre de 1888, marcó un momento crucial en la transformación de la Ciudadela y de la ciudad en su conjunto. El certamen se desarrolló principalmente en el Parque de la Ciudadela, convirtiendo este espacio de memoria traumática en un escenario de proyección internacional y modernización urbana.

La exposición recibió unos 2.240.000 visitantes y contó con la participación de 22 países de todo el mundo. El evento supuso la rehabilitación de toda una zona (el barrio de la Ribera) hasta entonces poco estimada por el pueblo barcelonés, a causa de la represión que los militares habían ejercido sobre la ciudad en numerosos momentos de su historia.

Impacto en el Desarrollo Urban

Las obras de la exposición conllevaron la mejora de las infraestructuras de toda la ciudad, que dio un enorme salto hacia la modernización y el desarrollo. Entre las mejoras más significativas se incluyeron la urbanización completa del Parque de la Ciudadela, la construcción del Palacio de Justicia, el Monumento a Colón, y la instalación de la primera iluminación eléctrica en las calles principales de Barcelona.

La exposición también sirvió como banco de pruebas del modernismo, el nuevo estilo artístico que hasta principios del siglo XX imperó en las nuevas construcciones de la ciudad, especialmente entre la burguesía. Arquitectos como Lluís Domènech i Montaner, Pere Falqués, y Antoni Gaudí participaron en el proyecto bajo la dirección de Elias Rogent.

Instituciones y Usos Contemporáneos

El Parlamento de Cataluña

Uno de los aspectos más simbólicos de la transformación de la Ciudadela es que el antiguo Arsenal, uno de los pocos edificios conservados de la fortaleza original, alberga actualmente la sede del Parlamento de Cataluña. Esta ironía histórica representa la materialización del proceso de resignificación del espacio: lo que una vez fue símbolo de la represión centralista se ha convertido en sede de la autonomía política catalana.

El Zoológico y los Museos

El Parque Zoológico de Barcelona fue inaugurado el día de la Mercè de 1892, aprovechando los edificios disponibles tras la Exposición Universal. Los primeros animales provenían de la colección privada que Lluís Martí i Codolar tenía en su finca "La Granja Vieja" en Horta, quien los donó al Ayuntamiento de Barcelona.

El parque también alberga importantes instituciones culturales como el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, cuyo origen se remonta al Museo Martorell, construido en 1882 para albergar el legado de Francesc Martorell Peña. El Castillo de los Tres Dragones, construido para la Exposición Universal de 1888, fue asignado al Museo de Ciencias Naturales en 1917.

Descubrimientos Arqueológicos Recientes

Hallazgos del Siglo XXI

Las intervenciones arqueológicas realizadas en los últimos años han revelado elementos significativos de la fortaleza original que confirman las construcciones según los planos del proyecto original del siglo XVIII. Los trabajos han puesto al descubierto fragmentos de la contraescarpa, tramos de muralla entre diferentes baluartes, y restos de los passillos a prueba de bomba que se situaban bajo los baluartes.

Más recientemente, en abril de 2025, durante las obras para la construcción de un aparcamiento municipal en el marco del proyecto de la Ciutadella del Coneixement, se produjo un descubrimiento arqueológico extraordinario: los restos de una embarcación de los siglos XV-XVI, bautizada provisionalmente como "Ciutadella I". Este barco de diez metros de largo por tres de ancho se encontraba a cinco metros bajo el nivel actual del suelo, revelando cómo la orilla marítima de Barcelona llegaba entonces mucho más al interior.

Nuevos Hallazgos Marítimos

En mayo de 2025, las excavaciones continuaron revelando nuevos vestigios arqueológicos, incluyendo una quilla de madera de 3,43 metros de longitud en buen estado de conservación. Esta pieza corresponde a la estructura que va de popa a proa por la parte inferior del barco y presenta características de la tradición atlántica, específicamente la presencia de una arenisca, un surco longitudinal utilizado para encajar las primeras tablas del forro del barco.

Estos hallazgos están proporcionando información valiosa sobre la historia portuaria y marítima de Barcelona, revelando aspectos desconocidos de la relación de la ciudad con el mar durante los siglos XV y XVI. El proceso de conservación de estos restos requiere un cuidadoso tratamiento para mantener la madera húmeda y evitar su deterioro antes del traslado al centro de conservación de la Zona Franca.

Conclusión

La evolución de la Ciudadela de Barcelona desde fortaleza militar hasta espacio cultural y de memoria representa un caso paradigmático de transformación urbana y resignificación espacial. Este proceso ilustra cómo los espacios pueden cambiar su significado social y político a través del tiempo, pasando de símbolos de opresión a elementos de identidad y orgullo ciudadano. La Ciudadela actual, con sus instituciones democráticas, espacios culturales y descubrimientos arqueológicos, constituye un palimpsesto urbano donde conviven múltiples capas de historia y memoria. Su transformación exitosa demuestra la capacidad de las sociedades para reinterpretar y resignificar sus espacios traumáticos, convirtiéndolos en lugares de encuentro, cultura y construcción democrática. Los recientes descubrimientos arqueológicos añaden nuevas dimensiones a esta narrativa, revelando capas aún más profundas de la historia barcelonesa y enriqueciendo nuestra comprensión del desarrollo urbano y marítimo de la ciudad a lo largo de los siglos.

Bibliografía sobre la Ciudadela de Barcelona

  • Arranz, M., Grau, R., & López, M. (1984). El parc de la Ciutadella: Una visió històrica. L'Avenç.
  • Benatar Zamora, E. (2015). Un parque para Barcelona: La evolución histórico-formal del Parque de la Ciudadela [Tesis de grado, Universitat Politècnica de Catalunya]. UPCommons. https://upcommons.upc.edu/handle/2099.1/4205
  • Hughes, R. (1992). Barcelona. Anagrama.
  • Ajuntament de Barcelona. (2025). El parque de la Ciutadellahttps://www.barcelona.cat/es/conocebcn/pics/el-parque-de-la-ciutadella-92086011921
  • Barey, A. (1980). El Parc de la Ciutadella, símbol catalanista. Cuadernos de arquitectura y urbanismo, 138, 27-34.
  • Solà-Morales, I. (1984). Prólogo. En M. Arranz, R. Grau & M. López, El Parc de la Ciutadella: Una visió histórica (pp. 5-8). Ajuntament de Barcelona.
  • Tarragona, J. M. (2015). Estudi de mobilitat a l’entorn del Parc de la Ciutadella (Barcelona) i proposta de reurbanització del Passeig de Pujades [Tesis de grado, Universitat Politècnica de Catalunya]. UPCommons.
  • Generalitat de Catalunya. (2004). La Ciutadella. Patrimonio Cultural. https://patrimoni.gencat.cat/es/coleccion/la-ciutadella
  • Arranz, M., Grau, R., & López, M. (1984). El Parc de la Ciutadella: Una visió histórica. Ajuntament de Barcelona.
  • Fontserè, J. (1872). Proyecto de un parque y jardines en los terrenos de la ex-Ciudadela de Barcelona. Archivo Histórico de Barcelona.




21/5/25

Barcelona en postal: El modernismo que viajó en sobres

A finales del siglo XIX, mientras Barcelona se despojaba de sus murallas medievales, las tarjetas postales se convirtieron en testigos y cómplices de su transformación. Estas pequeñas piezas de cartulina, impresas con fototipias de la Casa Batlló o el Arco de Triunfo, no solo documentaron la ciudad, sino que construyeron el relato visual de su ascenso como capital del modernismo. Detrás de su aparente ingenuidad, escondían un proyecto urbano ambicioso.

El daguerrotipo da paso a la postal: Crónica de una revolución visual

El 10 de noviembre de 1839, Barcelona asistió a un hito: el primer daguerrotipo capturó la Casa Xifré y la Lonja neoclásica en el Pla de Palau. Medio siglo después, esa misma plaza se reproduciría en miles de postales editadas por Hauser y Menet, la empresa suiza que en 1896 lanzó la primera serie dedicada a la ciudad. El salto tecnológico —del daguerrotipo a la fototipia, que permitía tiradas masivas— coincidió con el derribo de las murallas (1854) y la expansión del Eixample bajo el Plan Cerdà.

Las postales funcionaron como espejos portátiles de una ciudad en ebullición. La serie España Ilustrada de Hauser y Menet, con 200 láminas distribuidas en cuadernillos de cinco, mostraba una Barcelona bifronte: de un lado, el Barrio Gótico con sus callejuelas fotografiadas por Jean Laurent; del otro, el Passeig de Gràcia convertido en pasarela modernista. Vendidas a una peseta el ejemplar, estas imágenes viajaban en trenes y vapores, llevando la nueva identidad de la ciudad a París, Londres o Buenos Aires.

Àngel Toldrà Viazo: El notario visual del modernismo

En 1905, cuando Àngel Toldrà Viazo lanzó su serie Bellezas de Barcelona, la ciudad ya bullía bajo el influjo del modernismo. Sus 4.577 postales numeradas no eran simples imágenes: eran manifiestos visuales de una urbe que se erigía como capital de la vanguardia arquitectónica. Toldrà, comerciante autodidacta, entendió que la fototipia podía convertir edificios como la Sagrada Família o el Palau de la Música en emblemas portátiles.

Su serie Construcciones modernas capturaba la Sagrada Família emergiendo entre campos de cultivo —«plantada en un desierto», como escribió el cronista Lluís Permanyer—, un contraste deliberado que enfatizaba su ruptura con lo antiguo. Estas postales omitían los barrios obreros del Raval para centrarse en el Eixample, donde la burguesía industrial levantaba palacetes con fachadas esculpidas como joyas. El Archivo Fotográfico de Barcelona conserva ejemplares reveladores: una postal de 1903 muestra el derribo del convento de les Salesas para abrir la Via Laietana, celebrando el «progreso» mientras silenciaba a los desplazados.

Passeig de Gràcia: La pasarela arquitectónica en papel

Ninguna avenida encapsuló mejor este relato que el Passeig de Gràcia. Las postales de Toldrà convertían sus manzanas en un escenario de competición arquitectónica. En una imagen de 1905, la Casa Lleó Morera de Domènech i Montaner luce sus esculturas de Eusebi Arnau —damas con jardineras hoy desaparecidas—, mientras la Casa Amatller de Puig i Cadafalch despliega esgrafiados que imitan telares flamencos. Gaudí, inicialmente ausente en las leyendas, se convirtió en marca gracias a series como Arquitectura contemporánea (1908-1912), donde la Pedrera aparecía como «un museo de formas orgánicas».

La burguesía adoptó las postales como tarjeta de visita. Familias como los Batlló encargaban series personalizadas de sus palacetes, que distribuían en sobres de felicitación. El resultado fue una paradoja: la retícula igualitaria de Cerdà, diseñada para evitar distinciones sociales, quedó plasmada en imágenes que exaltaban la estratificación arquitectónica.

Fototipias y fotomontajes: Mentiras piadosas para vender futuro

Detrás de la belleza estética latía un proyecto político. Las postales del Arco de Triunfo (1888) celebraban la Exposición Universal mientras borraban simbólicamente la memoria de la Ciutadella, fortaleza militar derribada para el evento. La editorial Thomas innovó con fotomontajes audaces: una postal de 1910 mostraba la Sagrada Família con torres inexistentes, anticipando un futuro que aún tardaría décadas en llegar.

Estas imágenes no eran neutrales. Mientras Hauser y Menet retrataban la Via Laietana como símbolo de progreso, fotógrafos anónimos capturaban los corrales de vecinos demolidos, instantáneas que nunca llegaron a postal. Las vistas aéreas desde globos aerostáticos, como las de Pau Audouard, glorificaban la expansión urbana ocultando los conflictos por las expropiaciones en La Ribera.

El Eixample en fototipia: La retícula de Cerdà hecha souvenir

Ningún espacio simboliza mejor el matrimonio entre postal y urbanismo que el Eixample. Las manzanas octogonales diseñadas por Cerdà, inicialmente criticadas por "desperdiciar espacio", encontraron en la postal a su mejor propagandista. La vista aérea se convirtió en género: postales como la de Toldrà Passeig de Gràcia, 92 (1905-1911) mostraban la cuadrícula perfecta salpicada de joyas modernistas. Otras, más audaces, usaban fotomontajes para simular edificios aún no construidos, como hizo la editorial Thomas con la Sagrada Família en 1910.

La burguesía adoptó las postales como tarjeta de visita de su poderío. Familias como los Girona o los Batlló encargaban series personalizadas de sus palacetes, que luego distribuían en sobres de felicitación. El resultado fue una curiosa paradoja: la retícula igualitaria de Cerdà, pensada para evitar distinciones sociales, quedó plasmada en postales que exaltaban la estratificación arquitectónica.

La ciudad que se fue: Postales como arqueología urbana

Hoy, colecciones como las 20.000 postales del legado Matas-Ramis en el MNAC permiten rastrear pérdidas irreparables. Una postal de 1897 muestra la Casa Lleó Morera con las esculturas de Eusebi Arnau en su fachada —desaparecidas en 1943—. Otra, de 1902, captura el Pabellón del Café Español de la Exposición Universal, estructura efímera que solo sobrevive en papel. Las postales de Toldrà son particularmente valiosas: su serie Barcelona Antigua contrastaba vistas del Gótico con los nuevos bulevares, creando un diálogo visual entre siglos.

Este valor documental cobra ironía cuando se comparan postales coetáneas. Mientras Hauser y Menet retrataban la Via Laietana como símbolo de progreso, fotógrafos anónimos capturaban los corrales de vecinos demolidos para su construcción. La postal, en su afán de vender una Barcelona higiénica y moderna, silenciaba los desplazamientos sociales tras cada derribo.

"Recuerdos de Barcelona": El turismo descubre la ciudad postal

En 1901, la revista España Cartófila describía el frenesí coleccionista: "Se cambian postales en los tranvías, en los cafés, hasta en misa". Barcelona supo explotar esta moda. Establecimientos como El Siglo o la Librería Española vendían postales junto a abanicos y mantones, mientras hoteles como el Ritz incluían series personalizadas en sus habitaciones. El éxito radicaba en su doble función: documento para el viajero y prueba de distinción para quien la enviaba.

Las series temáticas multiplicaron los enfoque: desde Tipos populares con mujeres de mantilla hasta Vistas nocturnas iluminadas con pintura fosforescente. Pero fue la arquitectura modernista la gran protagonista. Postales como la de la Casa Amatller (1906), con su fachada esgrafiada, o la del Park Güell (1914), convertían a Gaudí en marca Barcelona antes que el turismo masivo existiera.

Epílogo: Cuando Barcelona se colecciona

Hoy, las postales decimonónicas han encontrado nueva vida en exposiciones como La ciudad ante la cámara (Arxiu Fotogràfic, 2022) o en estudios académicos que las rescatan como fuentes primarias. Esas imágenes, que antaño viajaban en sobres lacrados, ahora se digitalizan y consultan online, completando el círculo: de instrumento de propaganda a documento histórico, de souvenir a arte. En su silencio ilustrado, guardan la memoria de una Barcelona que fue y pudo ser —la de las manzanas-jardín de Cerdà frente al hormigón actual—. Como escribió el poeta Màrius Torres en una postal de 1932: "Cada esquina guarda un plano distinto de la ciudad que soñamos".

 

 

 

La fotografía como testigo: Barcelona y su transformación urbana en el siglo XIX

En otoño de 1839, Barcelona vivía un momento histórico que pasaría inadvertido para muchos ciudadanos pero que marcaría para siempre la forma de documentar y percibir la ciudad. La Real Academia de Ciencias Naturales y Artes organizaba en el Pla de Palau una demostración pública del daguerrotipo, ese revolucionario invento que permitía capturar imágenes sobre placas metálicas (Wikipedia, 2010). La elección de este lugar para la primera fotografía de Barcelona no fue casual. Desde finales del siglo XVIII, el Pla de Palau se había convertido en el corazón de la Barcelona burguesa, con un proyecto urbanístico de ensanchamiento y un conjunto monumental formado por el Palau Reial, la aduana, el portal de Mar y la fuente del Genio Catalán.

Aquella primera imagen, hoy perdida, capturó la Casa Xifré y el edificio de la Llotja. Como relata la crónica de aquella jornada: "El 10 de noviembre de 1839 marcó un hito. Ese día, tuvo lugar una fiesta ciudadana en la que la gran protagonista fue la primera fotografía que se tomaría en Barcelona y también en todo el estado" (Wikipedia, 2010). La expectación era tal que la fotografía fue sorteada entre el público asistente, lo que explica por qué no ha llegado hasta nuestros días.

Este acontecimiento simboliza perfectamente la relación que comenzaría entre Barcelona y la fotografía: la ciudad estaba cambiando, y la cámara estaría allí para documentarlo. El daguerrotipo llegó a Barcelona apenas tres meses después de que Louis Daguerre lo presentara en la Academia de Ciencias de Francia, gracias a Enric Monlau y Ramon Alabern, que lo trajeron desde París.

Lejos de actuar como un simple espejo, la fotografía dotaría de entidad visual a una serie de discursos sobre Barcelona que acabarían arraigando gracias a la circulación de las imágenes y su sedimentación colectiva (Renobell, 2004). Para ello, a lo largo del siglo, la fotografía desplegó estrategias de representación diversas: en relieve, pintoresca, monumental, descriptiva, aérea o informativa, mezclando las posibilidades específicas de la cámara con otros lenguajes visuales coetáneos .

La transformación urbana bajo el objetivo fotográfico

A mediados del siglo XIX, Barcelona experimentaba una profunda transformación urbana y social. Como explica la historiadora del Arte Núria F. Rius, comisaria de una reciente exposición en el Arxiu Fotogràfic de Barcelona, "la llegada de la fotografía a Barcelona en 1839 coincidió con un proceso intenso de transformación urbana de la ciudad" .

La ley de Carlos III de 1775 para la eliminación de los cementerios parroquiales intramuros (Cecosam, 2010), la quema de conventos de 1835 y la posterior desamortización de Juan Álvarez Mendizábal (Wikipedia, 2005) habían liberado espacios que se destinaron principalmente a plazas —como la de Medinaceli, la Real, San Jaime y San José con el mercado de la Boquería— y a la construcción de edificios para el ocio, como el Teatro del Liceo. Estas iniciativas, coetáneas a la presencia de la fotografía en la ciudad, convirtieron a este nuevo medio en el encargado de dar testimonio de la nueva fisonomía urbana.

La transformación más radical llegaría con la destrucción de las antiguas murallas medievales en 1854. Solo cinco años después se aprobaría el plan urbanístico de Ildefons Cerdà, conocido como el Pla Cerdà, que supondría la creación del nuevo barrio del Eixample (Cerdà, 1859). A la fotografía correspondió toda la representación visual de estos nuevos espacios, documentando la expansión de Barcelona más allá de sus límites históricos.

"La profunda transformación de Barcelona llegará con la destrucción de las antiguas murallas medievales en el 1854", señala uno de los textos de la época, destacando que "el plan de ampliación de la ciudad supuso la creación del nuevo barrio del Eixample, donde encontrarás los edificios modernistas más emblemáticos de la ciudad" . La cámara fotográfica fue testigo privilegiado de este proceso, capturando tanto los derribos como las nuevas construcciones.

Los maestros del objetivo: pioneros de la fotografía barcelonesa

Tres nombres destacan en la fotografía barcelonesa del siglo XIX: Charles Clifford, Jean Laurent y Joan Martí. Clifford, fotógrafo galés instalado en Madrid desde 1850, fue "uno de los fotógrafos más importantes de los que trabajaron en España en el siglo XIX y el más reconocido a nivel internacional" (Naranjo, 2016). Su trabajo para la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1853, documentando los monumentos de Salamanca, le llevó a centrarse en la arquitectura y el paisaje urbano.

Por su parte, el francés Jean Laurent, llegado a Madrid en 1843, fue "un visionario que supo salir del estudio para fotografiar la realidad de las calles de España”. Con gran visión comercial, entendió que vender imágenes le daría beneficios y llegó a tener 30 corresponsales en 1879.

Sin embargo, fue Joan Martí quien se convertiría en el primer profesional autóctono en elaborar un proyecto articulado de vistas fotográficas de Barcelona. En 1874, con la colaboración del encuadernador Pere Vives, publicó "Bellezas de Barcelona", un álbum que recogía 50 imágenes de la ciudad. Este trabajo es considerado "una mostra notable de la fotografia d'exteriors de l'època" y fue concebido con una finalidad comercial clara: "obrir una via comercial en la difusió d'imatges de paisatges urbans, arquitectura i fins i tot objectes d'art" (Arxiu Fotogràfic, 2008).

Otro nombre destacado es Pablo Audouard Deglaire, nacido en La Habana en 1856 y establecido en Barcelona, donde se convirtió en el fotógrafo oficial de la Exposición Universal de 1888. Su trabajo durante este evento le permitió no solo documentar la arquitectura y los acontecimientos, sino también realizar "una serie de fotografías aéreas del puerto de Barcelona, realizadas desde un globo instalado en el recinto de la exposición y que se consideran las primeras tomas del mismo desde el aire".

Los álbumes fotográficos: memoria visual de una época

Los álbumes fotográficos del siglo XIX no fueron simples colecciones de imágenes; constituyeron verdaderos documentos históricos que permiten rastrear la evolución física y simbólica de la ciudad. El álbum "Bellezas de Barcelona" de Joan Martí es paradigmático en este sentido. Contenía 50 albúminas de 16x22,5 cm pegadas en hojas de cartulina y fue comercializado en diversos formatos, incluso uno de "cartera de bolsillo" para los viajeros.

La prensa recibió esta publicación como un conjunto de imágenes que, con el tiempo, resultarían de gran interés por haber registrado espacios que desaparecerían o experimentarían profundas transformaciones, como el Jardín del General, el paseo de San Juan y la calle de las Cortes. La funcionalidad del álbum era clara: proponer un recorrido para "formarse una idea de las bellezas y curiosidades que se hallan en nuestra capital, siendo por lo mismo utilísimo para los viajeros que la visitan y que desean conservar de ella algún recuerdo”.

A lo largo de las décadas de 1860 y 1870 se consolidó una retórica de la representación urbana que se extendería hasta 1888. En términos de discurso, se construían enunciados visuales alternando los puntos de vista a pie de calle con los elevados desde balcones y azoteas, permitiendo una captación del espacio más amplia. Estas estrategias, heredadas del grabado, se naturalizaron en el terreno fotográfico y se integraron en la esfera del turismo, para la cual empezaron a proliferar álbumes de formatos diversos.

La Exposición Universal de 1888: encrucijada de modelos visuales

Si hay un acontecimiento que puso de manifiesto el papel de la fotografía en la definición de Barcelona en el siglo XIX, este fue, sin duda, la Exposición Universal de 1888. Celebrada entre el 8 de abril y el 9 de diciembre de aquel año en el Parque de la Ciudadela, contó con la participación de 22 países y recibió más de 2.240.000 visitantes (Rius, 2023).

Los preparativos implicaron "un aumento inédito de las vistas fotográficas de la ciudad desde 1886, así como la movilización de muchos fotógrafos barceloneses" (Rius, 2023). Las vistas de los nuevos espacios emblemáticos de la ciudad comenzaron a convivir con otras de la Barcelona monumental y de las atracciones urbanas impulsadas con motivo del acontecimiento.

La exposición se convirtió así en una encrucijada donde se encontraron temas y esquemas de representación de los inicios de la fotografía con nuevos intereses y fórmulas visuales propias de los cambios experimentados por Barcelona a lo largo del siglo. Del corpus fotográfico de 1888 destaca la serie que Pau Audouard produjo en torno al recinto ferial del parque de la Ciutadella, de la cual obtuvo la exclusiva fotográfica. Junto a su equipo, hizo un seguimiento de la construcción de los pabellones y produjo colecciones fotográficas en diferentes formatos.

La Exposición Universal supuso "la rehabilitación de toda una zona (el barrio de la Ribera) hasta entonces poco estimada por el pueblo barcelonés, a causa de la represión que los militares habían ejercido sobre la ciudad" (Rius, 2023). Además, el incentivo de los actos feriales conllevó la mejora de las infraestructuras de toda la ciudad, que dio un enorme salto hacia la modernización y el desarrollo. Asimismo, "supuso el banco de pruebas de un nuevo estilo artístico, el modernismo, que hasta principios del siglo XX fue el que imperó en las nuevas construcciones de la ciudad.

La democratización de la imagen: fotografía amateur y nuevas miradas

Un fenómeno importante que comenzó a gestarse en el último tercio del siglo XIX fue la democratización de la fotografía. La industria fotográfica había evolucionado lo suficiente como para que los fotógrafos dispusieran de emulsiones más sensibles y rápidas, lo que permitió acortar los tiempos de exposición y captar la vida en la calle (de Middel, 2018). Estos cambios tecnológicos hicieron posible la fotografía de acontecimientos, aunque ya hacía años que la prensa local recurría al grabado, a menudo a partir de fotografías, para ilustrar las noticias de la ciudad.

Un ejemplo paradigmático de esta nueva tendencia fue la nevada que cayó en Barcelona en febrero de 1887. Numerosos fotógrafos y periodistas de revistas ilustradas salieron a las calles para retratarla, y la cobertura gráfica fue extraordinaria en diferentes medios, que combinaban fotografías y dibujos.

Con la llegada de aparatos fotográficos fáciles de manejar y de pequeño formato, como las cámaras Kodak, comenzó a proliferar la fotografía amateur. Según documentan investigaciones recientes, "entre 1900 y 1930, la fotografía amateur se extendió de forma notoria en Cataluña. Esta extensión tuvo particular arraigo entre las clases" acomodadas, que tenían acceso a los equipos fotográficos.

Estas nuevas prácticas fotográficas marcaron un cambio de paradigma, pasando de "un uso de la imagen al servicio de la reconciliación del ciudadano con su territorio a una fotografía empleada para la autorrepresentación del barcelonés en los espacios que le resultaban afines”. Las imágenes ya no solo documentaban la ciudad, sino que permitían a los individuos reconocerse a sí mismos dentro de su entorno urbano, proyectando su identidad personal y colectiva a través de la lente.

El legado visual: cómo mirar la Barcelona del siglo XIX

La fotografía del siglo XIX ha dejado un legado incalculable para comprender la transformación de Barcelona. Hoy podemos contemplar imágenes que resultarían irreconocibles para un barcelonés contemporáneo, como la Catedral de Barcelona con "una fachada absolutamente desprovista de la actual decoración neogótica”. No sería hasta finales del siglo XIX cuando, bajo el impulso de Manuel Girona, se construyó la actual fachada inspirada en un proyecto del siglo XV.

La fotografía fue capaz de ver, subrayar e interpretar algunos de los fenómenos de transformación urbana o social de aquel período de cambios decisivos. Como señala un documento de la UOC, "la fotografía fue capaz de ver, de subrayar y de interpretar algunos de los fenómenos de transformación urbana o social de aquel período de cambios decisivos" (UOC, 2023). Desde entonces, las diferentes miradas fotográficas no han dejado de descubrir e interpretar la realidad urbana de Barcelona.

Una ciudad reinventada por la lente

La Barcelona que conocemos hoy es, en parte, producto de cómo fue fotografiada en el siglo XIX. La fotografía no solo documentó la transformación urbana, sino que participó activamente en la construcción simbólica de la nueva Barcelona, la Barcelona moderna y cosmopolita que surgió tras el derribo de las murallas y la expansión del Ensanche (Cerdà, 1859).

Los fotógrafos de la época tuvieron que encontrar nuevos ángulos y perspectivas que permitieran mostrar tanto los vestigios de la ciudad antigua como las nuevas avenidas y edificios que surgían bajo la influencia de las corrientes arquitectónicas europeas. Uno de estos recursos fue la vista panorámica, que desde 1800 era un motivo visual recurrente en el grabado de viaje (Renobell, 2004).

Otro ejemplo paradigmático es la clásica vista de Barcelona desde Montjuïc, compartida por los principales fotógrafos de la época, y que solo se diferenciaba en cada caso según la variación de los signos de cambio en el avance de la construcción en el terreno extramuros. Esta vista, inédita en la producción visual de períodos precedentes, se convirtió en un símbolo de la expansión y modernización de la ciudad.

El barrio del Raval y La Rambla se transformaron, "convirtiéndose en el paseo urbanizado que conocemos hoy en día, la ciudad entera empieza su cambio urbanístico" (El Mundo, 2020). La fortaleza militar de La Ciutadella, por su parte, "se destruye para albergar un evento muy especial en la ciudad: la Exposición Universal de 1888, que dará a conocer la ciudad a Europa" (Rius, 2023).

El plan Cerdà, con sus calles rectas y manzanas octogonales, dibujó una nueva Barcelona que los fotógrafos supieron inmortalizar. El Passeig de Gràcia se convirtió en "un auténtico museo modernista al aire libre, donde podrás admirar lujosas casas burguesas como La Pedrera o La Casa Batlló, obras del genial arquitecto catalán Antoni Gaudí" . La fotografía dejó constancia de este proceso de modernización y de la voluntad de la burguesía industrial de "construir sus casas y lugares de ocio para mostrar su supremacía" (Rius, 2022).

En definitiva, la fotografía del siglo XIX no solo nos permite conocer cómo era Barcelona en aquella época, sino que nos ayuda a entender el proceso de transformación que dio lugar a la ciudad que conocemos hoy. Un proceso en el que la cámara fotográfica no fue un mero testigo, sino un agente activo en la construcción de una nueva identidad urbana que sigue resonando en la memoria colectiva de los barceloneses y en la mirada de todos aquellos que visitan la ciudad (de Middel, 2018).


Bibliografía 


Arxiu Fotogràfic de Barcelona. (2008). Joan Martí, fotògraf. Belleses del XIX. Ajuntament de Barcelona.
Cerdà, I. (1859). Teoría de la viabilidad urbana y reforma de la de Madrid. Memoria presentada al Ministerio de Fomento. https://oa.upm.es/13851/1/cerdamadrid.pdf
Renobell, V. (2004). Hipervisualidad. La imagen fotográfica en la sociedad del conocimiento. Universitat Oberta de Catalunya. https://www.uoc.edu/uocpapers/1/dt/esp/renobell.pdf
Rius, N. F. (2022). La ciutat davant la càmera. Imaginaris urbans al segle XIX. Arxiu Fotogràfic de Barcelona. https://ajuntament.barcelona.cat/arxiumunicipal/arxiufotografic/sites/default/files/publicacio_digital_cat.pdf
Rius, N. F. (2023). Visita guiada a l'exposició "La ciutat davant la càmera". Fotoconnexió. https://www.fotoconnexio.org/2022/10/10/visita-guiada-a-lexposicio-la-ciutat-davant-la-camera-imaginaris-urbans-al-segle-xix-a-carrec-de-nuria-f-rius-al-afb/
Torrella, R. (2008). Barcelona fotografiada: 160 anys de registre i memòria. Ajuntament de Barcelona. https://ajuntament.barcelona.cat/barcelonallibres/es/books/barcelona-fotografiada
Torrella, R., & Iglésias, D. (2008). Joan Martí, fotògraf. Belleses del XIX. Ajuntament de Barcelona.
Wikipedia. (2010). Daguerrotipo en Barcelona. https://es.wikipedia.org/wiki/Daguerrotipo
Wikipedia. (2018). Pablo Audouard. https://es.wikipedia.org/wiki/Pablo_Audouard
UOC. (2023). Fotografía y transformación urbana: El caso de Barcelona. Universitat Oberta de Catalunya.
La Vanguardia. (2022). La nevada de 1887: Primer reportaje gráfico barcelonés. https://www.lavanguardia.com/hemeroteca
Salamanca en el ayer. (2015). Charles Clifford y los monumentos salmantinos. Catálogo de la exposición.
El Mundo. (2020). Transformación del Raval y La Rambla. https://www.elmundo.es/cataluna/2020/03/12/5e6a9e21fc6c832d7b8b45a2.html
de Middel, C. (2018). Técnicas y narrativas en la fotografía amateur del siglo XIX. Editorial
Universidad de Barcelona.

20/5/25

Coleccionismo y Conservación

“El coleccionismo no se trata de una distracción sino de una pasión y casi siempre tan violenta que solo se distingue del amor o la ambición, por la insignificancia de su objetivo” __________Jean de La Bruyere

Coleccionismo y Conservación de las Tarjetas Postales Ilustradas de Principios del Siglo XX
Introducción


La tarjeta postal ilustrada representa uno de los fenómenos culturales y comunicativos más significativos de finales del siglo XIX y principios del XX. Más allá de su función práctica como medio de correspondencia, estas pequeñas piezas rectangulares de cartulina se han convertido en valiosos documentos históricos que revelan aspectos sociales, culturales y artísticos de su época. El presente estudio analiza el fenómeno del coleccionismo de tarjetas postales ilustradas desde múltiples perspectivas: terminológica, histórica, sociocultural y conservacionista, explorando la evolución de la deltiología como disciplina y las técnicas adecuadas para su preservación como patrimonio documental.

Marco Histórico y Evolución de la Tarjeta Postal
Orígenes y Consolidación Internacional


La historia de la tarjeta postal como medio de comunicación se remonta a la segunda mitad del siglo XIX. El concepto inicial surgió en 1865 cuando el prusiano Heinrich von Stephani presentó una propuesta formal para crear un sistema de correspondencia abierta en la Conferencia Postal de su país. Aunque su propuesta no prosperó inicialmente porque el director de correos las consideraba un atentado al secreto de las comunicaciones, la idea fue retomada por los austríacos, quienes en octubre de 1869 emitieron las primeras postales oficiales bajo la dirección de Adolf Maly, tras un artículo publicado por el profesor de economía política Emmanuel Hermann en el periódico Neue Freie Presse.

Estas primeras tarjetas, denominadas enteros postales, eran emisiones oficiales de los Estados que incluían el franqueo impreso y carecían de imágenes, limitándose a un espacio para escribir el mensaje y la dirección del destinatario. Su popularidad fue inmediata debido a su practicidad y menor costo que el de una carta tradicional.

En España, la primera postal oficial se emitió en diciembre de 1873, durante la Primera República, cuando Narcís Monturiol era el responsable de la Fábrica Nacional del Sello y la grabación litográfica de los primeros ejemplares la hizo Joaquim Pi y Margall, hermano del presidente de la República. El monopolio público finalizó en 1887, dando paso a la producción privada que revolucionaría este formato.

La Edad de Oro de las Tarjetas Postales

Entre 1907 y 1915 se desarrolló lo que se conoce como la "Edad de Oro de las tarjetas postales", un período en que alcanzaron su máximo esplendor tanto en calidad como en popularidad (Teixidor, 1999). Para entonces, ya se habían establecido importantes impresores y editores como los suizos Oscar Hauser y Adolf Menet, quienes fundaron en 1890 la fototipia Hauser y Menet en Madrid, y que a comienzos del siglo XX ya contaban con más de cinco mil imágenes originales.

Un cambio crucial en el formato de las postales ocurrió en 1905, cuando Correos autorizó dividir el reverso de las tarjetas en dos mitades mediante una raya vertical para separar el mensaje del nombre y la dirección del destinatario. Anteriormente, cuando salieron las primeras tarjetas postales con imágenes estaba prohibido escribir en el dorso, donde figuraba solamente la dirección, y se tenían que aprovechar rincones que dejaba la imagen o hacerlo sobre la misma imagen.

Como señala Fernández (1994, p. 29): "El apogeo de la tarjeta postal despunta al comenzar el siglo XX, verdadera época de oro en cuanto a variedad temática y el volumen de la producción mundial. Gracias a los avances técnicos de impresión y a los menores costos de producirlas, fabricar tarjetas se convierte en una actividad de jugosos beneficios destinada a un público cada día más amplio".

Fundamentación Teórica del Coleccionismo de Postales
Deltiología y Cartofilia: Marco Conceptual


El coleccionismo de tarjetas postales ilustradas se conoce principalmente con dos términos: "cartofilia" y "deltiología". La cartofilia, o deltiología, se refiere al estudio y coleccionismo de postales. El término "cartofilia" es el más utilizado en Europa, mientras que "deltiología" fue introducido en Estados Unidos en la década de 1940.

La etimología de "deltiología" resulta particularmente interesante: procede del griego antiguo, 'deltion' que significa Tableta escrita, carta (diminutivo). Es importante señalar que, curiosamente, ninguna de las dos palabras están admitidas ni por la Real Academia de la Lengua Española ni por el Institut d'Estudis Catalans, a pesar de su extendido uso en círculos especializados.

Perspectivas Teóricas sobre el Coleccionismo

El coleccionismo como práctica cultural ha sido objeto de estudio desde diversas perspectivas teóricas. Baudrillard, en su obra "El sistema de los objetos", ofrece una visión profunda sobre la relación entre el coleccionista y los objetos coleccionados: "la posesión nunca es la posesión de un utensilio, pues éste nos remite al mundo, sino que es siempre la de un objeto". Para Baudrillard, el objeto coleccionado adquiere un nuevo significado al ser separado de su función utilitaria original: "un objeto que ya no es especificado por su función, sino por su relación con el sujeto".

Belk amplía esta perspectiva en "Collecting in a consumer society", donde explica que los objetos coleccionados tienen que tener además una gran importancia y significado sobre todo para la persona que los colecciona y esa importancia la debe dar el conjunto de toda la colección y no una sola pieza en concreto. Cuando un objeto pasa a formar parte de una colección, "deja de tener la función para la que fue creado y pasa a convertirse en un objeto mágico y sagrado".

El coleccionismo puede entenderse como un proceso estructurado. Según McIntosh y Schmeichel, este proceso incluye varias fases: "En primer lugar, la gente decide qué coleccionar. Luego busca información acerca de ello. Después eligen uno o más objetos para empezar. Seguidamente planifican la búsqueda del o de los objetos. Después los adquieren. Y, por último, los colocan, organizan, clasifican".

Tipología y Características de las Tarjetas Postales
Clasificación por Técnicas de Producción


Las tarjetas postales ilustradas pueden clasificarse según su técnica de producción. La Biblioteca Nacional de España, que conserva una interesante colección de postales muy variada en cuanto a temática y tipología, desde los años 1892 hasta la actualidad, distingue principalmente entre:

Postales fotográficas: Contienen imágenes reales, a menudo de lugares, personas o eventos históricos. Son valiosas por su autenticidad y detalle. En la colección de la BNE se encuentran tanto imágenes fotográficas impresas (fototipia y hueco principalmente) como postales que contenían una imagen en sales de plata.

Postales ilustradas: Incluyen diseños artísticos o publicitarios. Algunas fueron ilustradas por artistas como Gaspar Camps, Penagos, A. Utrillo, Ramón Casas, M. Tovar, entre otros. Estas postales fueron aprovechadas por comerciantes de la época que descubrieron la utilidad de la postal como soporte publicitario de todo tipo de productos y comercio.

Clasificación Temática

La variedad temática de las tarjetas postales es prácticamente infinita, lo que permite múltiples enfoques en su coleccionismo. Entre los más comunes se encuentran:
  • Tarjetas postales de distintos editores
  • Tarjetas postales de un lugar determinado (ciudades, países)
  • Tarjetas postales conmemorativas de fechas o eventos específicos
  • Tarjetas postales de transportes, oficios antiguos, o temáticas específicas
  • Tarjetas publicitarias, patrióticas o personales
Las postales turísticas, que mostraban vistas de ciudades y monumentos, fueron particularmente populares. Las vistas panorámicas constituyeron temas favoritos y las primeras fotografías que ilustraron las tarjetas alemanas y suizas en la década de 1870 eran mayoritariamente paisajes de montaña.

Análisis del Fenómeno del Coleccionismo de Postales
Tipología de Coleccionistas


En el ámbito del coleccionismo de postales, podemos identificar distintos perfiles de coleccionistas que se diferencian por sus motivaciones, enfoques y nivel de especialización:
  • Acumulador: Se acumula lo que resulta estéticamente atractivo, lo que está a la mano, fácil de encontrar. La acumulación no sigue ningún sistema, es aleatoria, caprichosa y supone solamente un pasatiempo. Baudrillard se refiere a este tipo como quien practica el "guardar objetos en serie".
  • Coleccionista: El coleccionismo es sistemático y se basa en metas (coleccionar postales con cierta temática). Sigue una clasificación y requiere de un catálogo, sin embargo, no demanda una interpretación en sentido estricto. Ya no es un pasatiempo sino una afición. Este perfil muestra rasgos de orden y metodología.
  • Deltiólogo: Es la ciencia del coleccionismo de tarjetas postales, además de requerir un sistema también demanda la capacidad de generar conocimiento nuevo. El deltiologista debe de contar con un amplio acervo cultural y habilidades de curaduría. Ya no se trata de una afición, sino de una pasión, y en muchos casos de una vocación.
Motivaciones del Coleccionismo

Las motivaciones para coleccionar tarjetas postales son diversas y complejas. Como señala Belk, "el coleccionismo se percibe así como una búsqueda perpetua de bienes de consumo de lujo (sin fines prácticos), sostenida por la creencia de que la felicidad reside a una adquisición de distancia". Sin embargo, va más allá del simple consumismo: "Coleccionar es reconocer que aunque alguien diga que tal o cual piedrita no tiene nada de especial, alcanza con que lo sea en nuestra intimidad".

Entre las principales motivaciones podemos destacar:
  • El impulso natural del coleccionista que incluye: Recolección, Almacenamiento, Aprendizaje, poder de elección, Estudio y clasificación, Valoración (Compra y venta, trueque), Cuidado y defensa, Exhibición, Enorgullecimiento.
  • La conexión con el pasado: Al coleccionista de la T.P.I antiguas nos provoca cierta curiosidad y nostalgia el observar las vivencias que nos ofrece las imágenes congeladas de nuestras postales o los mensajes íntimos que hay en ellas y que pertenecen a un pasado reciente.
  • La experiencia de "caza": Somos coleccionistas y al mismo tiempo también cazadores, normalmente, lo que más gusta a la hora de coleccionar es el proceso de la búsqueda: encontrar la pieza o el objeto fuera de lo común o difícil de obtener, y encontrar las historias que tienen detrás.
Valor Histórico y Documental de las Tarjetas Postales
Las Postales como Documentos Históricos


Las tarjetas postales han trascendido su condición inicial de objetos efímeros para convertirse en valiosos documentos históricos. Como afirma Guereña (2005): "La tarjeta postal a simple vista, puede parecer una foto de un tiempo pasado, que podemos rememorar a través de una imagen, pero es mucho más. Aparte de sus cualidades estéticas, puede también valorarse como documento histórico porque nos puede llegar a mostrar determinados acontecimientos y aspectos de una época".

Las postales constituyen una ventana al pasado, ofreciendo un vistazo a la historia, la cultura y la vida cotidiana de épocas pasadas. Su valor documental se multiplica cuando se considera que la época de difusión de las postales coincidió en el tiempo con la invención y mejora de los aviones, con lo que se renovó también el gusto y el interés por las vistas aéreas.

Información Histórica y Cultural Preservada
Las tarjetas postales conservan información histórica y cultural de diversa índole, como:
  • Desarrollo urbano: Este material puede resultar de gran interés para el estudio de la transformación urbana y paisajística experimentada en España en los últimos años así como para documentar monumentos o edificios que actualmente no existen.
  • Costumbres y vida cotidiana: Las postales muestran la ingenuidad de las personas que posaban ante las cámaras sorprendidas, a aquellos edificios históricos hoy desaparecidos o las mismas calles de nuestras ciudades en donde hoy apenas podemos circular porque están llenas de coches y entonces estaban vacías o con algún carro o tranvía circulando.
  • Relaciones personales: A través de los mensajes escritos, indiscretamente nos colamos en la intimidad de sus mensajes y un poco avergonzados somos testigos de sus misivas, donde nos muestran la intimidad de sus primeros encuentros amorosos, sus visitas turísticas o sus deseos de felicidad.
Historia de la tecnología y las artes gráficas: Las postales revelan la evolución de los métodos de impresión, representación, desarrollo urbano e industria turística, entre otros.

Conservación de Tarjetas Postales Antiguas
Factores de Deterioro y Riesgos


Las tarjetas postales, como objetos de papel y material fotográfico, están sujetas a diversos factores de deterioro que amenazan su preservación a largo plazo. Los principales son:
  • Factores ambientales: El calor y la humedad excesiva son coadyuvantes para importantes deterioros, como por ejemplo la actividad química residual del hiposulfito de sodio, que amarillenta y desvanece la imagen, o también la contaminación de hongos y microorganismos que corroen y solubilizan la emulsión.
  • Exposición a contaminantes: Gases contaminantes de productos químicos para limpieza, pintura fresca, lacas o solventes en general pueden dañar las postales.
  • Manipulación inadecuada: Las postales pueden sufrir daños por manipulación incorrecta, resultando en ejemplares amarillentos, con sellos arrancados, raídas, dobladas o algo rotas.
  • Materiales de baja calidad: Como cualquier actividad económica especulativa, fueron producidos en muchas ocasiones, tanto el papel como las tintas, con materiales de mala calidad o con la dificultad de los procedimientos técnicos emergentes.
Técnicas y Prácticas de Conservación

Para garantizar la adecuada conservación de las tarjetas postales, los expertos recomiendan una serie de prácticas:
  • Control ambiental: Guardar la fotografía en el lugar más fresco y seco del edificio. El grado de humedad relativa del lugar en el que guardamos nuestras fotografías es lo más importante, ya que evita su deterioro químico.
  • Almacenamiento adecuado: Utilizar fundas individuales adecuadas para cada formato de papel no ácido, o en su defecto, plásticos como el polipropileno cristal. Nunca utilice fundas de P.V.C. (Policloruro de vinilo). Se recomienda también utilizar álbumes y archivadores diseñados especialmente para tarjetas postales.
  • Organización sistemática: Etiquetar cada álbum o archivador con detalles sobre el contenido, como el tema, la época y la procedencia. Además, no amontonar, en lo posible, el material. Es aconsejable guardar las copias en carpetas colgantes.
  • Manipulación cuidadosa: No escribir sobre las fotografías, ni con bolígrafos, ni con tintas de ninguna especie. Tampoco sobre la emulsión o el reverso de las copias. No usar telas adhesivas ni pegamentos modernos, tanto sobre la emulsión, como en el reverso de los negativos y copias.
  • Segregación de materiales incompatibles: Se debe guardar por separado el material según su respaldo o característica, copias de papel, daguerrotipos, transparencias, negativos de vidrios. Las fotos no van nunca almacenadas con los negativos.
Criterios de Valoración y Clasificación de Colecciones

La valoración de las tarjetas postales en una colección puede abordarse desde dos perspectivas complementarias:
  • Valor simbólico: El valor simbólico que cada coleccionista atribuye a su colección trasciende el valor económico y está relacionado con la satisfacción personal y la conexión emocional con las piezas.
  • Valor económico: Aunque no existen catálogos oficiales exhaustivos para las tarjetas postales como existen para sellos o monedas, su valor está determinado por varios factores: Antigüedad, Estado de conservación, Calidad de impresión, Autoría, Rareza
Demanda en el mercado

La preferencia entre postales franqueadas o no franqueadas también puede afectar su valor: "Si tengo que elegir entre dos postales iguales y en el mismo estado de conservación, prefiero la franqueada. En más de una ocasión, he vendido alguna sin franquear, cuando he encontrado la misma franqueada, con un matasellos donde se ve claramente la fecha, el lugar desde donde ha sido enviada, un sello perfecto y un mensaje escrito con estilo. Esta postal sí que es un objeto único".

Sistemas de Clasificación

La clasificación de tarjetas postales puede realizarse siguiendo diversos criterios que ayudan a organizar y dar sentido a una colección. Los principales sistemas de clasificación identificados son:
  • Clasificación por tema y época: Clasificarlas según temas y épocas, colocando todas encima de una gran superficie para tener un panorama de todas a la vez permite identificar patrones que se repiten de unas a otras.
  • Clasificación por editor: Este sistema resulta particularmente útil para estudios históricos, como el propuesto por Riego Amézaga para el libro "Santander en la Tarjeta Postal Ilustrada, 1897-1941", donde se desarrolló un sistema de catalogación de las postales en base a los editores.
Clasificación cronológica: Según las eras de producción de tarjetas postales:
  • Era pionera (Anterior a 1898)
  • Era de los productores privados (1898-1901)
  • Era del reverso no dividido (1901-1907)
  • Edad de oro de las tarjetas postales (1907-1915)
  • Era del borde blanco (1915-1930)
  • Era de lino (1930-1945)
  • Era foto cromática (1939-1995)
Clasificación geográfica: La Biblioteca Nacional de España, por ejemplo, organiza su colección de postales siguiendo un criterio geográfico para facilitar su consulta y estudio.

El Futuro de la Deltiología en la Era Digital
Transformaciones del Coleccionismo en el Siglo XXI


El coleccionismo de tarjetas postales, como muchas otras formas de coleccionismo, está experimentando importantes transformaciones en la era digital. Internet ha revolucionado tanto el acceso a las postales como la forma de coleccionarlas: "La Red es el aliado perfecto para los coleccionistas, porque permite el intercambio entre particulares y también una compra más reflexiva que la compra compulsiva de un tenderete".

Una nueva práctica ha surgido como equivalente moderno del intercambio de postales tradicional: "Hoy existe una nueva práctica muy parecida, pero usando Internet que se le ha venido a llamar 'tarjetas cruzadas' en la que el usuario se registra en la plataforma y recibe una dirección a la que enviar la tarjeta y, a la vez, su dirección es enviada a otro usuario para que él también reciba una. Existen varios ejemplos parecidos pero la que fue pionera es www.postcrossing.com y hoy tiene más de 700.000 usuarios".

Del Coleccionista al Curador

A medida que las tarjetas postales físicas se convierten en objetos históricos, el papel del coleccionista está evolucionando: "Toda vez que se imprima y utilice la última tarjeta postal, ya no podremos hablar de coleccionistas en sentido estricto, sino más bien de curadores. Los coleccionistas del mañana detendrán (o desacelerarán) su labor de acumulación para iniciar con la labor de conservación".

Esta transformación implica nuevas responsabilidades: "Como custodios de estos pequeños pedazos de la historia, los coleccionistas contraemos diversas obligaciones para garantizar la conservación de los mismos. Las sucesivas generaciones de coleccionistas deben de construir sistemas de clasificación atemporales, cuidando que los elementos a destacar sean conservables y evidentes".
Conclusiones

La tarjeta postal ilustrada de principios del siglo XX representa mucho más que un simple medio de comunicación obsoleto. Su estudio y coleccionismo, conocido como deltiología o cartofilia, nos ofrece una ventana privilegiada hacia el pasado, revelando aspectos sociales, culturales y artísticos que de otro modo podrían haberse perdido.

El valor de las tarjetas postales trasciende lo puramente estético o sentimental para convertirse en un verdadero documento histórico. Como sostiene Guereña (2005), "La postal, un documento. Aquí está el fundamento de la cartofilia". Estas pequeñas piezas de cartón contienen información visual y textual que permite reconstruir la evolución urbana, las costumbres sociales, las técnicas fotográficas y los gustos estéticos de una época fundamental en la historia contemporánea.

El coleccionismo de postales ha evolucionado desde una simple afición hasta convertirse en una disciplina con sus propias metodologías, terminologías y prácticas. Como señala Baudrillard, la relación entre el coleccionista y los objetos coleccionados trasciende lo utilitario para crear nuevos significados y relaciones simbólicas. El deltiólogo contemporáneo no solo acumula postales, sino que las estudia, interpreta y preserva para las generaciones futuras.

La conservación adecuada de estas frágiles piezas constituye uno de los mayores desafíos actuales. Las técnicas y recomendaciones para su preservación deben seguirse rigurosamente para evitar la pérdida de este valioso patrimonio documental.

En la era digital, la deltiología no desaparece sino que se transforma. Internet ha facilitado tanto el acceso a colecciones como el intercambio entre coleccionistas, mientras que las instituciones culturales reconocen cada vez más el valor patrimonial de las tarjetas postales. Hoy nadie discute el valor cultural de la Tarjeta Postal Ilustrada, y son muchos los museos de todo el mundo como el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, el Museo del Prado, u otros muchos regionales, que guardan en sus fondos colecciones de miles de postales.

BIOGRAFÍA Y ENLACES

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