2. LOS ANTECEDENTES
2.1. Contexto económico, social y político: Impacto de la Segunda Revolución Industrial y los cambios sociales.
2.2. Historia del correo: Evolución de los sistemas postales y la creación de la UPU.
2.3. Origen y evolución de la fotografía: Innovaciones que integraron la imagen en las postales.
2.4. Técnicas de impresión: Desde la litografía a la impresión offset.
2.5. Historia del sello postal y comparación con la filatelia: Relación y diferencias con el coleccionismo de sellos.
2.6. Coleccionismo de tarjetas postales: Surgimiento y evolución de la cartofilia.
2.7. Los primeros objetos efímeros: Contexto histórico de los objetos transitorios.
2.8. La fotografía como fuente histórica aplicada a las tarjetas postales: La postal como documento visual y narrativo.
2. La Edad Media: el declive y el resurgimiento del correo en Europa
3. La Evolución del Correo en España
4. El Desarrollo del Correo en Francia
5. La revolución postal en la Edad Moderna
La historia del correo conecta los avances tecnológicos, las transformaciones sociales y la organización política que han tenido lugar a lo largo de los siglos. Desde las formas más rudimentarias de transmisión de mensajes hasta la consolidación de sistemas estatales organizados, el correo ha sido testigo del constante afán humano por superar las barreras de la distancia y establecer lazos entre comunidades alejadas. La comunicación, definida por la Real Academia Española como el proceso de transmisión de señales mediante un código común entre emisor y receptor, fue en sus inicios meramente oral, apoyada en la inmediatez del lenguaje. Sin embargo, el deseo de llevar el lenguaje más allá de la distancia física y de preservar su contenido en el tiempo dio origen a la escritura, un hito que transformó radicalmente la forma en que las sociedades podían relacionarse, conservar su memoria colectiva y difundir sus ideas.
Desde una perspectiva histórica, el ser humano recurrió inicialmente a medios sencillos, aunque ingeniosos, para transmitir información a través de grandes distancias. Hoguera tras hoguera, el fuego servía para señalar el peligro o convocar a las comunidades; tambores y silbidos resonaban sobre colinas y valles llevando mensajes codificados; nudos y cuentas cumplían una función nemotécnica que daba sentido a datos de interés. Todos estos sistemas, por muy útiles que resultaran en determinados contextos, carecían de la precisión, la permanencia y la flexibilidad que proporcionaba la palabra escrita. Fue esta última la que marcó un antes y un después en la historia del correo, posibilitando el surgimiento de soportes tangibles, como tablillas de barro, papiros o el papel, que permitieron dar forma a la información, conservarla y hacerla llegar a lugares distantes.
La práctica de transportar el lenguaje escrito dio origen a un fenómeno complejo que, con el tiempo, se perfeccionó en métodos y técnicas diversas, siempre con la meta de alcanzar mayor rapidez y eficiencia. Si en un principio eran mensajeros a pie o a caballo los encargados de portar noticias y decretos, más tarde surgieron estructuras más complejas: redes organizadas, postas, rutas marítimas y, finalmente, sistemas internacionales de intercambio epistolar. Conforme avanzaban las sociedades, la incorporación de nuevas tecnologías de transporte —diligencias, ferrocarriles, barcos a vapor, aviones— fue acelerando el flujo de cartas, documentos, valores y productos, dando lugar a un correo cada vez más versátil, dinámico y global. De esta forma, el papel se convirtió durante siglos en el medio principal para plasmar el lenguaje escrito, mientras que las cartas fueron el vehículo esencial de comunicación a distancia.
El estudio del correo va más allá del análisis técnico de sus soportes y medios; implica comprender su impacto cultural y social, pues a través de la circulación de noticias, informes oficiales, opiniones e incluso expresiones artísticas, el correo contribuyó a moldear la conciencia colectiva de cada época y lugar. El correo reveló diferencias e interconexiones, reflejó tensiones políticas y consolidó redes comerciales, influyendo en la organización social de manera profunda.
A lo largo del tiempo, se definieron tres características fundamentales que han marcado la historia del correo.
- La gestión estatal aseguraba la uniformidad del servicio, su accesibilidad y su utilización para difundir mensajes ideológicos y propagandísticos, otorgando al Estado un control directo sobre la información en tránsito.
- La confidencialidad de los envíos fue clave para cimentar la confianza pública: al garantizar que el contenido de las comunicaciones, tanto privadas como oficiales, permaneciera a salvo de miradas indiscretas, el sistema postal se legitimó ante la sociedad y reforzó su función esencial.
- En tercer lugar, la rapidez se convirtió en una aspiración constante y ambiciosa, estimulando innovaciones tecnológicas y logísticas. Uno de los pasos más significativos en este sentido fue la adopción de tarifas prepagadas, facilitadas por el uso de sellos adhesivos, que agilizaba el procesamiento de la correspondencia y hacían el sistema más fácil de usar.
El sello postal, más que una simple estampilla para indicar el pago del franqueo, fue un símbolo de la autoridad del Estado sobre el correo y un medio para reforzar la identidad nacional, difundir imágenes culturales, conmemorar personajes históricos, mostrar paisajes emblemáticos y, en ocasiones, transmitir de manera sutil mensajes políticos. Al ser producido y distribuido por el Estado, el sello adquirió una dimensión oficial que lo convirtió en un vehículo de propaganda estatal y, al mismo tiempo, en una pieza gráfica con valor artístico y simbólico, reflejo de la nación que lo emitía.
En definitiva, el correo ha sido algo más que un simple sistema de transmisión de mensajes: ha sido una herramienta de cohesión social, un factor determinante en la consolidación de las estructuras estatales y un espejo del avance de la humanidad en su capacidad de superar los límites geográficos. A través de su historia, se entiende la compleja red de interacciones que ha permitido al ser humano comunicarse, organizarse, comerciar, establecer lazos afectivos y culturales, y proyectar su voz al otro lado del mundo.
1. El Correo: Origen, Evolución y Consolidación en la Historia
El origen del correo se sitúa en la antigua China hacia el año 4000 a.C. En aquel tiempo, la necesidad de administrar un territorio extenso impulsó la creación de un servicio de mensajeros denominado “Ching Pao”, supervisado directamente por el emperador. Estos heraldos, montados a caballo, llevaban órdenes oficiales a grandes distancias, convirtiéndose así en un precedente clave del sistema postal. Aunque el método inicial resultaba rudimentario, estableció las bases del correo organizado, destacando por su eficiencia dentro de la administración imperial y reflejando la capacidad del Estado para mantener una comunicación regular entre sus diversas regiones.
La relevancia de la confidencialidad en la correspondencia se remonta también a épocas muy tempranas. En Mesopotamia, se ideó un método para garantizar que la información contenida en los mensajes solo fuera accesible para los destinatarios legítimos: las tablillas de barro se sellaban en un envoltorio del mismo material, cocido al fuego, formando un recipiente sólido. Esto aseguraba no solo la confidencialidad, sino también la autenticidad del mensaje, pues el destinatario podía comprobar si había sido manipulado. También se creó el Chaparkhaneh, una red organizada de casas de postas ubicadas a intervalos regulares, donde los mensajeros podían cambiar de caballos y descansar. Según Xenofonte, este sistema permitió cubrir vastos territorios con rapidez y seguridad, manteniendo la comunicación constante entre el gobierno central y las regiones fronterizas. La infraestructura persa resultó pionera al formalizar rutas postales, establecer una organización centralizada y sentar un modelo que otros imperios, como el romano, replicarían después.
En la Grecia clásica, aunque el sistema postal carecía de una infraestructura tan sólida, destacó la labor de los hemerodromoi, mensajeros a pie capaces de recorrer grandes distancias con mensajes oficiales y privados. Estas figuras, altamente entrenadas, eran contratadas tanto por el gobierno como por particulares, lo que anticipaba la profesionalización del correo. Aunque la falta de rutas organizadas limitaba su eficacia, Grecia aportó un elemento fundamental: remunerar a los mensajeros por sus servicios, estableciendo así las bases del correo como actividad profesional.
El Imperio Romano elevó el correo a otro nivel con el Cursus Publicus, establecido por Augusto en el siglo I a.C. Esta red postal, destinada a garantizar la administración eficiente del imperio, se apoyaba en una vasta red de stationes o estaciones de relevo, que permitían cambiar caballos y mensajeros para reducir drásticamente los tiempos de entrega. Las vías romanas, una extensa red de carreteras que conectaban las provincias, facilitaron la eficacia del sistema. El Código Teodosiano fijó normas sobre las distancias entre postas y los tiempos de entrega, reflejando un alto grado de organización y regulación. Sin embargo, el Cursus Publicus era exclusivo del Estado y el ejército, limitando su acceso a la población en general.
La caída del Imperio Romano supuso la desintegración del Cursus Publicus y la fragmentación de las comunicaciones. Siglos más tarde, en el siglo IX, el califato de Bagdad perfeccionó este modelo, estableciendo una red de 930 postas que conectaban las principales vías del imperio, lo que la convirtió en una de las redes postales más avanzadas de su tiempo, y demostró la continua importancia del correo como herramienta esencial de la organización estatal y la cohesión territorial.
2. La Edad Media: el declive y el resurgimiento del correo en Europa
Durante los primeros siglos de la Edad Media, la desintegración del Imperio Romano y el poder fragmentado de señores feudales y monarcas locales provocaron la pérdida de rutas postales organizadas a nivel estatal. En este contexto, la Iglesia católica adquirió un papel fundamental, ya que monasterios y conventos, al ser centros de conocimiento y cultura, funcionaron como nodos de comunicación entre regiones aisladas. Estos establecimientos no solo copiaban y custodiaban manuscritos, sino que también transmitían mensajes religiosos y oficiales, contribuyendo a mantener cierto grado de contacto entre diferentes áreas, pese a la inestabilidad política y militar que dominaba el panorama europeo.
Con la llegada del siglo XII, el panorama comenzó a cambiar gracias a la expansión del comercio, la consolidación de las universidades y el aumento de las relaciones urbanas. Este despertar económico y social se tradujo en un resurgimiento de las redes postales, impulsado por la necesidad de enviar y recibir información con mayor rapidez y fiabilidad. Un ejemplo notable es la Universidad de París, que organizó un sistema de mensajeros matriculados, los nuntii volantes, encargados de transportar correspondencia entre estudiantes, maestros y familias. Esta innovación prefiguraba la posterior profesionalización del correo, adaptándose a las necesidades cada vez más complejas de una sociedad en transformación.
Durante esta época, también se fortalecieron las ferias comerciales y las ligas mercantiles, como la Liga Hanseática, que no solo facilitaron el intercambio de bienes, sino también el de noticias e información relevantes, abriendo el camino a la formalización posterior de sistemas postales más integrados.
Dentro de este contexto, la familia Thurn und Taxis, activa desde 1450 hasta 1867, dirigió una de las redes postales más avanzadas de su tiempo, conectando distintas cortes y ciudades europeas. En sus inicios, esta empresa privada trabajaba exclusivamente para gobernantes y oficiales europeos, asegurando la transmisión de correspondencia diplomática y administrativa con relativa seguridad y puntualidad.
A mediados del siglo XVI, se permitió que la red de Thurn und Taxis transportara correspondencia de particulares mediante tarifas fijas, inaugurando así el primer servicio postal transnacional accesible para ciudadanos comunes. Este acontecimiento marcó un hito al consolidar el uso público de las redes postales, acercando el correo a comerciantes, académicos, diplomáticos, e incluso viajeros, y potenciando un sistema cada vez más abierto y flexible. La progresiva mejora en la calidad, la seguridad y la rapidez del servicio postal impulsó la aparición de estaciones de relevo, la estandarización de tarifas y sellos, y la intervención de Estados cada vez más centralizados, que vieron en el correo una herramienta fundamental para ejercer su poder, difundir sus políticas y proyectar su influencia más allá de sus territorios inmediatos.
3. La Evolución del Correo en España
La evolución del correo en España reflejó los cambios políticos, administrativos y sociales, adaptándose a un territorio diverso y extenso. A lo largo de los siglos, las necesidades de comunicación impulsaron la creación de redes cada vez más complejas, que partieron de sistemas rudimentarios para llegar a un servicio estatal centralizado y modernizado. Este desarrollo no solo facilitó la integración territorial, sino que también fortaleció la autoridad de la Corona, amplió las relaciones comerciales y fomentó la difusión cultural.
En la Edad Media, la fragmentación política y cultural dificultaba un correo unificado. Las comunicaciones dependían de mensajeros particulares, viajeros, comerciantes y peregrinos, quienes, aunque sin una estructura formal, mantenían cierto grado de circulación de información. En este contexto, los monasterios, además de custodiar el saber, se convirtieron en nodos de transmisión de noticias religiosas y oficiales. Las rutas de peregrinación, como el Camino de Santiago, aportaron dinamismo y conectaron regiones distantes, favoreciendo el intercambio de ideas, mercancías y relatos.
En el siglo XII, Bernat Marcús impulsó un sistema postal en la Corona de Aragón que definió rutas, estandarizó tarifas y estableció criterios predecibles para el envío de correspondencia, mejorando así la comunicación entre cortes reales y comerciantes. Este modelo anticipó la futura consolidación de una infraestructura postal más desarrollada, marcando un paso decisivo en la profesionalización y regulación del servicio.
Con la unificación territorial bajo los Reyes Católicos, se crearon las postas reales: rutas fijas con estaciones de relevo que permitieron un transporte más ágil de mensajes, garantizando la cohesión política y administrativa. La conexión con la familia Thurn und Taxis dio un impulso internacional, integrando las redes españolas en las europeas. Con el tiempo, estas rutas se abrieron también a particulares, marcando un hito en la democratización del correo y potenciando el intercambio comercial, diplomático y cultural.
A medida que el Imperio español expandía sus dominios por América y Asia, el correo tuvo que adaptarse a las rutas marítimas. El Correo de Indias enlazó la metrópolis con sus territorios ultramarinos, garantizando el intercambio de órdenes, informes y correspondencia privada, pese a las dificultades de la navegación. Esta red aseguró la cohesión del imperio, reforzó su control sobre las colonias y facilitó la circulación de ideas, noticias e innovaciones.
La llegada de la dinastía borbónica en el siglo XVIII impulsó importantes mejoras. El servicio de correos pasó a ser público y estatal, profesionalizando el sistema, ampliando rutas y adoptando nuevas medidas de seguridad, como las estafetas, que protegían la integridad de la correspondencia. Estas reformas hicieron que el correo resultara más eficiente, seguro y útil para la población, el comercio y la administración, consolidándolo como una herramienta estratégica en la vida económica y social del país, y sentando las bases para su posterior modernización en el siglo XIX.
4. El Desarrollo del Correo en Francia
La evolución del correo en Francia ejemplifica el tránsito desde un servicio reservado a la élite monárquica hasta un sistema más amplio y accesible, reflejo de las tensiones y cambios ocurridos en el país a lo largo de los siglos. Sus transformaciones no solo respondieron a las necesidades internas de administración y control, sino también a la interacción con otras potencias europeas, el auge del comercio y el crecimiento de las ciudades.
Bajo el reinado de Francisco I, en el siglo XVI, se establecieron las postas reales (1533), una red de estaciones de relevo concebida para agilizar la transmisión de mensajes oficiales, restringida mayormente al uso gubernamental y aristocrático. Esta estructura aseguraba la circulación de órdenes y comunicaciones estatales, pero dejaba al margen a buena parte de la población, reflejando la naturaleza fuertemente centralizada y jerárquica de la sociedad francesa de la época.
Durante el siglo XVII, con Luis XIII y especialmente con Luis XIV, el correo se consolidó bajo un control estatal más firme. La creación de la Ferme des Postes (1668), un sistema de concesión que generaba ingresos para la corona, fue un paso significativo, pues permitió financiar y expandir las rutas postales que conectaban París con las principales ciudades del reino y de Europa. A medida que estas rutas se ampliaban, el servicio comenzó a abrirse gradualmente a particulares, anunciando una futura democratización del correo. Este proceso fue impulsado por el dinamismo económico, el aumento de la alfabetización y la necesidad de intercambiar información con mayor celeridad.
En el siglo XVIII, con Luis XV y Luis XVI, el correo experimentó una modernización sustancial gracias a la introducción de las diligencias postales (1738). Estos vehículos no solo aceleraron el transporte de cartas, sino también de pasajeros y mercancías, mejorando la velocidad y la fiabilidad del servicio. La ampliación de las estafetas y la expansión de las rutas postales incrementaron la cobertura territorial, permitiendo la llegada del correo a regiones más alejadas. Además, se establecieron tarifas estandarizadas, facilitando el acceso de la burguesía y otros grupos sociales al servicio. Esta mayor accesibilidad resultó vital para el intercambio de ideas, la propagación de noticias y la consolidación de una esfera pública informada, ingredientes fundamentales del debate ilustrado en la Francia del siglo XVIII.
La Revolución Francesa supuso una transformación completa del correo. Al alinearlo con los principios de igualdad y universalidad, se dio paso a un servicio público accesible a todos los ciudadanos, independientemente de su rango social. La nueva organización postal encarnó los ideales revolucionarios, haciendo del correo un instrumento de comunicación al servicio de la nación, en lugar de un privilegio estatal o aristocrático. De esta forma, el correo francés se encaminó hacia la figura del servicio postal moderno, cada vez más ágil, económico, regular y próximo a las necesidades de la sociedad.
En suma, el correo en Francia pasó de ser una herramienta exclusivamente monárquica y restringida a convertirse en una red organizada, eficiente y abierta a la ciudadanía. Su desarrollo acompañó los cambios administrativos, económicos y sociales que atravesó el país, reflejando un progreso que unió centros urbanos con localidades rurales, fomentó el intercambio intelectual, estimuló el comercio y, en última instancia, preparó el camino hacia el sistema postal universal, un paso esencial en el surgimiento de la Francia contemporánea.
5. La revolución postal en la Edad Moderna
Con la llegada de la Revolución Industrial, el correo experimentó una transformación sin precedentes, dejando atrás las limitaciones de las rutas tradicionales para adentrarse en nuevas formas de transporte y organización. La creciente actividad económica y la expansión comercial a escala internacional impulsaron la necesidad de un sistema postal más eficiente, fiable y accesible, capaz de conectar las zonas urbanas en crecimiento con los mercados emergentes, así como de satisfacer la demanda de una población cada vez más alfabetizada y deseosa de comunicarse.
La aparición de servicios como las estafetas, puntos fijos de recogida y entrega de correspondencia, fue uno de los primeros pasos hacia la democratización del correo. Estas oficinas, situadas en lugares estratégicos, permitían a los particulares enviar y recibir cartas con mayor facilidad y seguridad, utilizando valijas cerradas que garantizaban la protección del contenido. En este contexto, las Ordenanzas de Correos en España (1744) consolidaron el servicio como una institución pública, regulada por el Estado y accesible a toda la población, marcando la progresiva apertura del correo al conjunto de la sociedad.
El avance tecnológico de la época, impulsado por la Revolución Industrial, resultó decisivo. El desarrollo de los ferrocarriles y las diligencias, así como la mejora en las vías de comunicación terrestres, facilitó el transporte masivo de correspondencia, permitiendo alcanzar destinos lejanos en plazos cada vez más cortos. A mediados del siglo XIX, el correo empezó a beneficiarse de la red ferroviaria, lo que se tradujo en entregas más rápidas y eficientes, respondiendo así a las necesidades de comerciantes, industriales y un público general que se habituaba a la inmediatez en la comunicación.
La introducción del sello postal, uno de los cambios más revolucionarios en la historia del correo, llegó en 1840 con la iniciativa de Rowland Hill en Gran Bretaña. El sello postal adhesivo, cuyo primer ejemplar fue el Penny Black, modificó radicalmente el sistema de pagos, eliminando la necesidad de que el destinatario abonara el coste al recibir la carta. Gracias a esta innovación, el servicio postal se hizo más accesible y equitativo, alentando el envío de correspondencia por parte de todas las clases sociales y favoreciendo la difusión de información, noticias y afectos a largas distancias. La popularidad del sello no solo impulsó la comunicación epistolar, sino que también originó el coleccionismo filatélico, dotando a estas pequeñas piezas de papel de un gran valor simbólico y cultural.
La adopción del sello se extendió con rapidez por Europa y América, contribuyendo a la universalización del servicio postal. Países como España introdujeron el uso del sello en 1850, inspirándose en el modelo británico y llevando la democratización del correo a un nuevo nivel. Así, el sello se convirtió en una seña de identidad del sistema postal moderno, reflejando además los valores culturales y políticos de los Estados emisores.
La creación de la Unión Postal Universal (UPU) en 1874, con sede en Berna, Suiza, marcó otro punto de inflexión. La UPU estandarizó tarifas, procedimientos y normas postales entre los países miembros, posibilitando el flujo internacional de correspondencia de una forma más fluida, eficiente y confiable. Este acuerdo multilateral simplificó el envío de cartas y paquetes más allá de las fronteras nacionales, promoviendo la idea de un espacio postal común y fortaleciendo las redes de comunicación transnacionales.
La estandarización de las tarifas y la simplificación de trámites postales favorecieron el auge de las tarjetas postales, que se convirtieron en un medio práctico, económico y accesible para la comunicación cotidiana. Estas tarjetas ilustradas, con imágenes de ciudades, monumentos, paisajes y eventos culturales, no solo permitían intercambiar mensajes breves, sino también difundir el patrimonio visual de cada país, estimulando el intercambio cultural y turístico a nivel internacional. En un mundo cada vez más interconectado, la UPU y las tarjetas postales sentaron las bases para una red postal global, capaz de unir continentes, acortar distancias y allanar el camino hacia la comunicación sin fronteras que caracteriza a la era contemporánea.
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